La Piedra de Huixtla.
En el pasado, los brujos de Chapa de Corzo solían ir a Guatemala a buscar objetos mágicos: hierbas milagrosas, piedras mágicas y metales preciosos. En cierta ocasión, uno de ellos quiso llevarse una campana de metal, la cual se rumoreaba que había sido embrujada. Como el objeto estaba muy pesado, necesitaba ayuda para trasladarla hasta Chiapas.
En eso le encargó a Juan No, el hombre con más fuerza en el pueblo, que le ayudara a llevarla hasta Chapa de Corzo, advirtiéndole que bajo ninguna circunstancia esta debía tocar el suelo. De lo contrario se convertiría en piedra.
Juan aceptó y se fueron cargando la campana desde Tapachula hasta la selva de Huixtla. Sin embargo, Juan cada vez se sentía más cansado de trasladar aquel objeto. El brujo le iba ánimos y le decía que cada vez faltaba menos para llegar a su destino. No obstante, el muchacho siguió insistiendo en que había llegado el momento de tomar un descanso.
Finalmente, le hechicero le permitió reposar un rato, con tal de que la campana no tocase el piso. Juan se la colocó en la espalda y se recargo contra unas piedras para dormir mejor.
Al cabo de un rato, el brujo también se quedó dormido.
A la mañana siguiente, despertaron y comprobaron con horror que la campana había resbalado al suelo. Ahora era una piedra enorme, que Juan no logró volver a levantar por más esfuerzos que hizo.
Furioso, el brujo lo maldijo, convirtiéndolo en piedra y condenándolo a cuidar la campana por el resto de la eternidad. Desde entonces, al pasar por el sitio donde yace la campana petrificada, se pueden escuchar unos pasos alrededor, como si alguna presencia invisible estuviera acechándola.